La cocina tiene un espacio ganado en nuestra TV, ya sea con un chef famosillo en un matinal o con la señora que podría ser tu tía cocinando y decorando para invitados imprevistos, es común ver gente relacionándose con comida. Pero este año la televisión chilena nos presentó un nuevo formato dentro de la cocina mediática; los realitys de cocina.

Ya sean chefs profesionales (Top Chef) o cocineros aficionados (Master Chef) estos programas de “realidad” han priorizado en recrear el drama-show que “se vive” en el ambiente laboral gastronómico, mostrando (en exceso) peleas, descalificaciones y gritos, robándole el protagonismo a la COCINA.

Si bien los concursantes presentan sus platos y podemos ver de manera concisa cómo los preparan, no hay mayor énfasis en las recetas o las materias primas que utilizan, cuáles son las propiedades de los productos, métodos de cultivo o cómo reconocer su calidad. Para qué hablar de su procedencia geográfica o la estación en que se encuentran disponibles, en la despensa mágica coexisten centollas magallánicas, quinua andina y papayas del Valle del Elqui, sin contarnos ni una pizca de su tradición gastronómica regional.

Sabemos que a la estación televisiva solo le importa el rating y decidan mostrar más conflicto para elevarlo, pero al ser el medio comunicacional más visto, los canales deberían sentir la responsabilidad de promover y difundir nuestra tradición culinaria de manera educativa, informativa y con respeto. Están farandulizando un espacio que debería ser CULTURAL, como si no tuviéramos suficientes programas de cahuines en nuestra TV. #