Encuentro del Campo a la Ciudad

En el año 2011, el Convivium Pilgua se contactó con productores de frutas y verduras agroecológicas de la comuna de Paine, en las afueras de Santiago, capital de Chile, a través de profesionales del Programa de Desarrollo Local (PRODESAL), en particular PRODESAL Paine-Canelo de Nos, perteneciente al Instituto de Desarrollo Agropecuario de Chile (INDAP). En una primera instancia, se realizó una visita a terreno a las casas de los productores, donde los capitalinos pudieron cosechar sus propias verduras, aprender sobre el proceso de producción en el campo, respirar aire puro y conectarse con la naturaleza.

Con ganas de tener en sus casas esos limpios y sabrosos productos, el Convivium Pilgua propuso a los productores que generaran una lista de productos disponibles, para así poder encargarlos y por turnos, retirarlos en un punto intermedio entre el campo y la ciudad.

En un comienzo, la compra tenía el fin de abastecer a los miembros de Pilgua. Posteriormente, amigos y familiares se interesaron por estos productos, que marcaban la diferencia en sabor y aspecto comparados con los comprados en el comercio establecido. Los pedidos fueron incrementando en volumen, lo que complicaba el retiro de productos y su distribución. A partir de eso, se gesta la idea de invitar a los productores a vender sus productos en algún punto de la ciudad, con el objetivo de establecer la conexión consumidor-productor tan necesaria para quienes sienten el real interés de saber lo que comen.

Así nacieron los Encuentros del Campo a la Ciudad, una vez al mes hasta que a pedido de los productores, se realiza quincenalmente en la actualidad. Ellos viajan a la capital a ofrecer sus productos frescos y libres de agroquímicos para ser comercializados, recibiendo un precio justo por su trabajo. El recinto donde se realizan los encuentros ha sido gestionado por Pilgua y facilitado por terceras partes.

En éstos Encuentros, también se generan instancias de conversación e intercambio de conocimientos entre productores y consumidores. Así, el consumidor no sólo conoce el camino que recorrió el alimento que formará parte de su comida, sino que también conoce al productor, quien comparte sus consejos, recetas y anécdotas. El productor por su parte, se beneficia al conocer qué pasará después de haber entregado los alimentos vendidos
al cliente.

Hay mucha gente que entusiasta, asiste sistemáticamente a los encuentros para comprar estos productos. Los que van por primera vez, curiosos por la iniciativa, terminan encantados degustando las distintas preparaciones que Pilgua presenta en cada encuentro; aprendiendo por ejemplo sobre las distintas variedades de porotos que existen, a hacer una cajonera de tomates, entre muchos otros temas propicios para generar actividades de
carácter educativo.

Resultados

Los Encuentros del Campo a la Ciudad se han desarrollado por casi dos años, cada día con más asistentes e incorporando a más productores. Hasta la fecha, participan un total de 15 productores de la comuna de Paine de la Región Metropolitana de Chile, y existen perspectivas de ampliar la gama de productos a disposición de la comunidad, a través de la incorporación de más agricultores de distintas zonas de esta región.

En cuanto a mejoras en el retorno económico, los agricultores manifiestan que éste se ha incrementado significativamente desde que cuentan con los encuentros como nuevo canal de comercialización. Así, por ejemplo, una lechuga que antes se vendía a 30 pesos chilenos (0.05 US$), hoy se comercializa en los Encuentros a casi 1 US$ siendo el total del dinero pagado directo al agricultor. Además, los productores no solo logran obtener un mejor precio por unidad de producto, sino que también han disminuido notoriamente sus mermas, ya que sin este nuevo canal de comercialización ellos no alcanzaban a vender toda su cosecha.

Es decir, además de mejorar sus ingresos brutos por las ventas, tienen una mejor estabilidad de ingresos, lo que les permite poder planificar con mayor seguridad y a más largo plazo las inversiones en las que quieran incurrir. Adicionalmente, al producir de manera agroecológica, ellos ahorran un gran porcentaje del costo de producción contenido en el uso de agroquímicos,debido a que este sistema productivo no contempla el uso de éstos y los reemplaza por insumos naturales con las mismas funciones, por ejemplo fertilizantes provenientes de desechos animales y plaguicidas de origen vegetal.

En relación con el aprendizaje de nuevos conocimientos y experiencias, este se ha dado de manera bidireccional, es decir, dando origen a un mutuo conocimiento.Los consumidores han comenzado a entender la cadena de eventos que suceden desde la siembra hasta la mesa, y el esfuerzo que ello conlleva. Todo esto ha resultado en un agricultor más resuelto al momento de vender sus productos, con una red de apoyo entre sus pares que le permite asociarse y compartir experiencias sobre sus cultivos y métodos de producción; y en un consumidor más consciente de los productos que consume, que entiende su estacionalidad, que le da más importancia al trabajo y dedicación puesto en el proceso de producción de alimentos, y que retribuye de manera justa esta labor. Es decir, el consumidor se transforma en coproductor.

Todos los resultados antes mencionados van en total armonía con los pilares fundamentales del movimiento Slow Food.