ARTICULOS: Mercados de la Tierra

ARTICULOS: Mercados de la Tierra

Escuchamos hablar de los Mercados de la Tierra de Slow Food, pero ¿sabemos realmente qué son? O ¿en qué se diferencian de una feria donde solo se venden frutas y hortalizas? Un miembro de Pilgua estuvo en Italia, la cuna de Slow Food y visitó el Mercado de la Tierra de Bologna. Aquí nos cuenta lo que percibieron sus cinco sentidos.

Mercados de la Tierra

Aún no llegábamos y los aromas en el ambiente ya nos decía que estábamos cerca, veíamos a gente venir con bolsas llenas, de donde se asomaban algunas hojas y panes frescos. En una pequeña plaza de Bologna se estaba viviendo una verdadera fiesta para los sentidos: humo, verduras frescas, conversación, comida, risas, choques de copas, comunidad y uno que otro niño corriendo por ahí. Estábamos en un Mercado de la Tierra Slow Food. ¿Cómo algo tan sencillo era capaz de reunir tantas sonrisas?

Su origen no es más complejo que establecer un punto de encuentro social. Éste en particular se originó cuando un grupo de productores, co-productores y vecinos se agruparon para crear un nuevo lugar para fortalecer la red local de alimentos, comercializando alimentos sin intermediarios, acortando la cadena, fomentando la economía local y generando un punto de confianza.

Comenzamos nuestra aventura probando una sopa local elaborada con castañas de la región. Algo novedoso para nosotros, pero con mucha tradición para nuestros compañeros de mesa. Un vaso de vino local de otro productor y ya estábamos en fiesta, sentados en la punta de una gran mesa comunitaria, conversando con nuestros vecinos y disfrutando sin barreras de nuestra sabrosa comida.

En general, estos mercados tienen una amplia gama de productos frescos, conservas, carnes, lácteos, huevos, dulces, pan y alimentos listos para comer en el lugar. Todos deben cumplir los principios de Slow Food: Bueno, Limpio y Justo.

En este mercado una treintena de productores llevaban una vez por semana sus productos. Agricultores locales y productores de alimentos, que ofrecen comida sana, de calidad, a precios justos y con métodos de producción amigables con el medio ambiente. Su regla era vender sólo productos fabricados porellos mismos, por lo que siempre estaban dispuestos a hablar de su forma de trabajo, las cualidades de lo que estaban produciendo, qué hacía a este alimento algo tan especial, cuánto tiempo le dedicaban y cómo se justicaba su precio.

Nos sorprendió la cantidad de hortalizas frescas disponibles, la variedad era un punto importante de este mercado,
conservar la biodiversidad estaba dentro de los principios de este grupo y eso era notorio. No terminábamos de dar una vuelta y ya estábamos probando otro de los platos disponibles: sardinas fritas, esta vez con una cerveza helada de otro productor que nos ayudaba a combatir el calor y seguir nuestra aventura. Todos nuestros vecinos de mesa con sus dedos “chupeteados” se abrían paso para saborear las distintas comidas: pescados fritos, sánguches chorreantes, hinojos frescos o chanchos asados, siempre acompañados de mucha conversación para compartir. Nosotros contemplando, sin prisa, con ganas de que no se terminara nunca.

Lo más especial de este mercado no radicaba en la comida, era ese encuentro entre productores, co-productores, vecinos, turistas y visitantes. Un punto de encuentro de ciudad, un punto de encuentro de comunidad, donde el motor es la comida y el placer de disfrutar de forma distinta, más sencilla, más sabrosa, más humana. #

Por Mauricio Krippel,
Miembro de Pilgua SCL. Administrador en Artes Culinarias y Servicios, Culinary.